Creímos que la noche quería tener algo que ver con nuestros cuerpos. Yo lo sigo creyendo. Y tú, ya no sé porque te fuiste.

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Qué candida y horrible era su sonrisa
cuando entre neblinas hablábamos.
Ah! pero no eran palabras,
en realidad eran ruinas, en realidad eran alas.

Y juntas nuestras almas fueron tantas cosas
que hasta perdimos la cuenta,
algo así como cielos o gusanos,
algo así como deidades malditas.

Nos rodeaban sombras macabras
junto con amargos rostros,
pero su mirada siempre fue la misma
y su olor siempre fue igual.

Soñé con romper de un mordisco su cuello,
y acaricié tantas veces su rostro…
que en tardes absurdas lo siento entre mis dedos
y me arranco la piel, ya no aguanto su roce.

Dirán unos que el tiempo cambia
o dirán de repente que las flores no son siempre hermosas
¿Pero qué saben ellos de cosas hermosas?
¿Qué sabe el mundo del veneno de un beso?

Cuando todo aquello que soñamos lo habíamos olvidado
gritaron sus entrañas y las mías;
las suyas volaron, las mías tuvieron que gatear.
Fuimos raíces sin árboles, venas sin sangre.
Fuimos cristales que nacieron rotos.

Hoy como cada mañana he intentado sonreír
y hoy como cada noche
prometí no intentar más.